Austin.- Veo con mucho interés las reacciones a casi cualquier cosa que sucede y encuentro una trivialización y agresión constante. Los gritos de ¡que renuncie!, son tan frecuentes que no son para tomarse en serio.
El título de este artículo estaba entre fintas y rounds de sombra. El round ayuda a crear condición física, afinar estilo y las fintas; las fintas requieren de gran habilidad, porque no se puede dar por descontado que van a funcionar, ya que si el oponente es habilidoso, difícilmente se va con la finta; y el uso excesivo de fintas deja de ser útil, porque se adivinan.
Veamos tres fintas frustradas. En la asamblea de la Asociación de Banqueros, donde ellos, una vez más, anunciaron que ahora sí habrá dinero para invertirse en el país, el presidente anunció una decisión que había tomado el Banco de México sobre un alza en la tasa de referencia, lo que impacta a las tasas de interés. El presidente no violentó la muy cacareada autonomía del banco, que continúa manejando políticas monetarias para enfrentar la inflación; solamente adelantó el anuncio. El banco en realidad es poco autónomo, ya que para sus tasas, toma como punto de referencia a Estados Unidos. De inmediato brincó la finta y la derecha empezó a exigir que renuncie el secretario de Hacienda, porque él le comunicó al presidente la decisión del banco. ¿Que renuncie por chismoso?
El presidente atajó la finta y se disculpó, por no haber esperado unas horas a que el banco hiciera el anuncio y el secretario anunció que no renunciaría. La modalidad de la finta elevó la voz diciendo que la disculpa no era suficiente y que la renuncia era perentoria.
Han recurrido tanto a la exigencia de renuncias que de hacerles caso el gobierno estaría cambiando de funcionarios todo el tiempo. Se acuerdan cuando sucedió la tragedia de la L12 del metro de la CDMX; de inmediato exigieron la renuncia de Ebrard y de Sheinbaum; y ya entrados en gastos, debieron irse hasta con Manuel Camacho (QEPD), o contra Uruchúrtu, porque taló muchos árboles para construir los ejes viales.
La siguiente finta fue cuando abordaron un tema central para la seguridad nacional y la viabilidad del país: el puesto de tlayudas en el AIFA. Los gritos inspirados en una afrenta clasista, porque no se puede tolerar ese nivel de venta de alimentos en un aeropuerto que detestan, ya sea porque el gobierno lo terminó, desmintiendo la postura de que nunca se construiría, que le estorbaba un cerro que no vieron, que se les enchuecó la torre de control, como si se intentara crear la torre inclinada (Pisa) mexicana; en Italia es un atractivo que le da vida a una ciudad; que el AIFA está lejos del centro de la tierra, que cuesta más caro llegar al aeropuerto que viajar a Tombuctú; y seguramente se me pasa algo.
Es inesperado que haya venta ambulante en un aeropuerto, pero no debería sorprender en un país con una informalidad laboral de 56.5 por ciento de la población ocupada, en diciembre de 2021, cifra superior en 0.8 puntos a un año antes. Se dijo que la señora de las tlayudas llevaba años vendiendo en la construcción del aeropuerto y se le terminaba el mercado, así que hizo una venta de cierre; a partir del escándalo fue a vender a Los Pinos y hay voces para que le den un puesto fijo en el AIFA. Si dejan vender McDonalds, por qué no venderán tlayudas.
Y entró la segunda parte de la finta. AMLO hizo un montaje con las tlayudas y si se atreve a eso, el puesto es una señal inequívoca de populismo. Imagínese usted al presidente de la república revisando con el secretario de la Defensa los detalles de la inauguración diciéndole:
– General, consígase una señora que venda tlayudas y la acomoda en un pasillo durante la inauguración.
Al parecer la señora audazmente se colocó para hacer su agosto y los guardias se desconcertaron sin saber que hacer, porque no podían sacarla por la fuerza estando ahí el presidente.
Los de las fintas se ofendieron al ver la realidad cotidiana del país, que les pareció fuera de lugar en un aeropuerto, pero que está en cualquier estación del metro, que a lo mejor no conocen.
Una tercera finta, de muy bajo nivel por cierto, es recortar el apellido del presidente, o modificar su nombre, pensando que es un gran insulto y que lo van a enfurecer. El presidente en efecto está muy preocupado y tiene a sus sabuesos detectando quién le dice el señor López, para denunciarlo en la mañanera; tal vez debería recurrir al truquito de esos mediocres que pegan los apellidos de su padre para gozar de una fama que no pudieron construir.
A tres años de gobierno ya deberían haber entendido que las fintas no prosperan; y que mejor harían en ponerse a hacer política en serio, para conducir al país en la dirección que les convenga; seguramente se frustrarían menos al hacer esos rounds de sombra y fintas poco efectivos, que solamente los cansan.